Os dejo un extracto de una historia muy especial, una #novela que salta entre diferentes épocas: la actual y el #imperioromano. #fantasia, #romance, #paranormal y un toque #erótico en un solo #libro.
💓💓💓💓💓💓
Aquel maldito verano estaba llegando a
su fin. Era el tercero en el que una joven arqueóloga apenas graduada, Johanna
Mestorf, de tan solo veinticuatro años; y el profesor de historia Romana y Griega,
William Flinders, que ya rondaba los cuarenta, ambos pertenecientes a la
universidad de Milwaukee, trataban de localizar los restos de una antigua villa
romana en el norte de España. Sin embargo, no había tenido éxito.
William llevaba los diez últimos años
de su vida, y de su carrera profesional, persiguiendo un sueño. En el fondo, él
sabía que no había muchas posibilidades de éxito en la búsqueda que allí
estaban realizando. Todas las investigaciones realizadas por sus predecesores, habían
resultado ser infructuosas.
El maduro profesor de historia se
basaba en una antigua leyenda que circulaba por la vieja ciudad italiana de
Civitavecchia, que hablaba de una hermosa joven que fue raptada por un senador
de la provincia de Hispania, tras asesinar cruelmente a su anciano padre.
La leyenda también contaba que aquel
senador vivió al norte de lo que hoy conocemos como España; en el límite de las
vascongadas con la región habitada por los cántabros. Sin embargo no existía
ningún dato que lo corroborase, apenas eran especulaciones.
A pesar de todos los estudios y
artículos; que a lo largo de todo aquel tiempo habían sido publicados en prestigiosas
revistas de arqueología e historia de universidades alrededor del mundo;
contradecían la obsesión por la que vivía exclusivamente; William se empeñaba
en considerar que aquella historia era cierta. Tenía certeza que aquel verano
no terminaría sin regresar a su país con un nuevo descubrimiento bajo el brazo.
Al comienzo de aquel periodo estival
que estaba por concluir, William había recibido una advertencia de la
universidad para la que ambos trabajaban, la señorita Mestorf y él mismo, que
era la que pagaba los costes de aquella empresa: si no conseguía pruebas
fehacientes de lo que para ellos no era más que una quimera, pondrían fin a la
dotación de fondos y no podrían continuar el siguiente verano.
De hecho, aquel verano la dotación económica
había sido algo inferior a los dos primeros años, por lo que había tenido que
reducir casi a la mitad a los estudiantes que colaboraban con ellos; apenas
cuatro, cuando en años anteriores había tenido a su disposición un equipo de
casi diez personas.
La investigación, durante todo aquel
tiempo, no había avanzado en absoluto; es más, parecía estar estancada. Tan
solo habían encontrado algunas piedras sin ningún tipo de valor.
Apenas un par de semanas antes había llegado la temible
notificación; William debía cerrar el campamento y comunicárselo a todos los
que estaban trabajando para él en aquel momento. Cosa que desde luego no hizo.
A pesar que todo parecía estar en su
contra, el experimentado profesor tenía la corazonada de que toda aquella
leyenda era cierta. Había algo, unas viejas fotocopias, algo arrugadas por el
paso del tiempo, y que aún no se había atrevido a enseñar a nadie, cuyo
contenido le confirmaba que no estaba errado. Aquella joven dama de Centum Cellae había existido, había sido
de carne y hueso y él estaba dispuesto a demostrarlo.
—Señor Flinders —dijo
Johanna entrando en la tienda en la que William había montado su despacho.
Él había conocido a
la joven unos años antes, cuando éste era su profesor de historia en la
Universidad. Aquella jovencita estaba hecha una furia aquel día, como aquella
misma tarde. En su momento lo hizo para reclamar la nota de un examen; sonrió
para sí mismo pensando qué sería lo que ahora querría reclamar.
—Dígame, señorita Mestorf—.
El hombre miró a la joven frunciendo ligeramente los ojos. No le gustaba que le
interrumpiesen cuando estaba encerrado en aquella improvisada oficina—. ¿Han
encontrado algo esos chicos? —preguntó, para después continuar con sus
quehaceres; estaba empezando a creer que los cuatro mocosos, que ese año le
habían asignado, eran incluso más inútiles que los de años anteriores.
—¡No! —exclamó la
mujer, claramente enfadada—. Pero sí hemos recibido todos una comunicación de
la universidad, profesor Flinders.
—¿Perdón? —Con sus
palabras Johanna había conseguido llamar la atención del hombre, que se quitó
las gafas para poder observarla mejor.
En todo aquel tiempo,
William se había dado cuenta, perfectamente, de lo hermosa que era Johanna:
casi tan alta como él, vientre plano y firme; además, tenía un carácter de los
mil demonios.
La joven llevaba su
larga cabellera negra recogida en una coleta alta. Sus pechos estaban
aprisionados por un sujetador, que asomaba ligeramente bajo una camiseta de
tirantes, haciéndoles parecer aún más robustos.
El hombre,
descaradamente, deslizó la mirada hacia las piernas de la chica; eran largas,
musculosas, y apenas estaban bronceadas. El mini short que llevaba puesto
parecía unas braguitas. Por un instante tuvo el deseo irrefrenable de
arrancárselos con la boca; pero, las furiosas palabras de la joven, le hicieron
despertar de ese mini sueño erótico que le había embargado cuando aún estaba
despierto.
—Los chicos y yo
hemos recibido una notificación de parte de la universidad, —volvió a repetir
la mujer; visiblemente enfadada.
—¿Qué es lo que han
recibido? —preguntó desconfiado. En el fondo pensaba que él sería quién recibiese
las cartas de despido para que las entregase; así tendría un poco más de tiempo
a su favor.
—¡Esto! —exclamó su
asistente, que con furia colocó un papel sobre la mesa de su jefe—. ¡Nos
marchamos!
—¡No pueden hacer
eso! —William se puso en pie—. Si lo hacen les despediré a todos—. Ella no pudo
evitar reírse ante las palabras del hombre.
—No puede
despedirnos, —la mujer sonrió.
—¿Ah, no? ¿Y por qué
no voy a poder despedirlos a todos? ¿eh? —Flinders estaba hecho un basilisco;
fuera de sí.
Ambos se miraron de
hito en hito con furia.
—Porque ya estamos
despedidos todos. —La muchacha se quedó mirándole fijamente; le hubiese gustado
añadir la palabra “imbécil”, pero se contuvo. En su lugar añadió—: ¡Y a usted
también le deben haber despedido! —exclamó—. A Johanna, de nuevo, le vinieron a
la cabeza unas cuantas palabras adicionales de cariño hacia el profesor; pero
se contuvo.
—Disculpen, —un joven
de unos dieciocho años se asomó por la cortina de la tienda; era uno de los
cuatro ayudantes de Johanna—. Señorita Mestorf—, reclamó su atención—. Nos
vamos, ¿quiere que le acerquemos a algún sitio?
—No, —dijo la mujer
mientras caminaba hacia el muchacho—. Gracias, —añadió—, no es necesario.
Bajaré al pueblo en mi moto.
Cuando llegó a España
desde Estados Unidos, lo primero que hizo fue alquilar una moto; con ella había
recorrido, durante sus días libres, buena parte del país.
El joven asintió
levemente con la cabeza mientras miraba con desconfianza a William; nunca le
había visto con el gesto tan desencajado. Antes de salir se giró de nuevo hacia
Johanna.
—Los chicos y yo nos
vamos a tomar unas cervezas en el pueblo, —sonrió a la joven. Hasta dentro de
dos días no tenemos que coger el avión, —añadió—. Ya sabe—,
sonrió—, para despedirnos de todo esto, —dijo mirando a su alrededor; durante
aquellos días habían aprendido a mimetizarse con la cultura española—. ¿Si le
apetece unirse a nosotros?
—Claro, —dijo ella—,
en una hora nos vemos allí; tengo que terminar unos informes para la
universidad y seré toda vuestra.
El joven asintió y
dejó a solas a los responsables de la expedición.
¿Qué era aquello que
había dicho Johanna?, se preguntaba William. ¿Toda suya? ¿De quién? ¿De
aquellos niñatos? Una sensación desconocida le recorrió el cuerpo. ¿Celos?
¿Deseo contenido hacia ella? ¿Por qué? Tenía que reconocer que aquella mujer,
realmente tenía un buen cuerpo. ¿Habría follado con alguno de aquellos niñatos?
No, no lo creía. Ella era demasiado mujer para ellos; tal vez incluso para él
mismo.
Trató de recordar
cuando fue la última vez que estuvo con una mujer, mientras Johanna pasó
delante de él como una exhalación. Se giró a mirarla y tuvo que reconocerlo; la
joven tenía un buen trasero.
💓💓💓💓💓💓
Si te ha gustado, puedes seguir leyendo en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario