La venganza de Adri es la historia de una pasión desatada entre tres hombres y una mujer; o, tal vez, el indeleble recuerdo que una mujer guarda por el hombre que marcó su vida. Un Originale Peccatum muy tentador.
—Eros,
mira, —digo a mi novio cuando termina de estirar el futón del despacho del Originale Peccatum; local de copas que
administramos juntos—. Aitor va a dar su discursito.
Eros
y yo tenemos una relación un tanto particular; él es bisexual y yo decidí
aceptarle tal como es. Incluso, en ocasiones, participamos juntos en orgías con
chicas; como la que vamos a practicar esta misma noche. Hace más de diez años
que vivimos juntos. El sexo y el morbo forma parte de nuestra vida.
—Sí,
—responde Eros sin apenas mostrar interés en mis palabras. Ni siquiera se
molesta en acercarse al ventanal para observar el movimiento que se está
produciendo en el escenario—. ¡Menudo tostón que les irá a soltar a los pobres!
—añade sin más. Me mira un segundo para después continuar en lo suyo.
—Mira.
—Apunto con el dedo índice de mi mano derecha hacia nuestro amigo en común—. Aitor
acaba de nombrar a su famosa secretaria. ¿No tienes curiosidad por verla? Es
esa chica de la que tanto nos ha hablado últimamente: Adriana, creo que él le
dice Adri. ¿No quieres acercarte a verla? —digo, girándome hacia él.
Doy
un par de pasos alejándome un poco del ventanal. Tengo morbo por saber qué es
lo que tiene a mi chico tan entretenido que no es capaz de sucumbir a la curiosidad,
que yo sí tengo, de conocer a la nueva secretaria de Aitor; quién, de acuerdo
con lo que éste nos ha contado, puede que sea algo más.
Sonrío
de medio lado cuando veo lo que Eros hace. Coloca una sábana, de satén rojo,
sobre el futón. Mantengo mi sonrisa.
En
alguna ocasión, en el pasado, también hemos jugado con Agnes; al igual que hoy
vamos a hacerlo con Adri, la secretaria de nuestro amigo. Aunque, en aquellas
ocasiones, siempre fue Eros quién llevó la pauta. No podíamos hacerle nada a su
putita sin el consentimiento de éste.
Eso, en lugar de ponerme celoso, me excitaba mucho más. Hoy, sin embargo, quién
dirigirá la fiesta será Aitor.
Lástima
que Agnes desapareciese; tardamos un tiempo en recuperarnos de su ausencia. Aun
así, poco a poco, fuimos sustituyéndola. Pero no era lo mismo para ninguno de
los dos.
—No,
—responde Eros—, ya la veré más tarde, —lo dice sin mirarme y sin mostrar el
más mínimo interés en lo que yo estoy viendo desde el gran ventanal—. ¿Crees
que le gustará el rojo? A Agnes le gustaba mucho este color.
—¿Por
qué no dejas de torturarte? —pregunto. Estoy algo molesto por su actitud.
Debería haberla olvidado ya—. Darius—, el hermano de Eros—, nos ha dicho que
está bien. Ella siempre estuvo de acuerdo en participar en nuestros juegos—. ¡Y
también los disfrutaba! Lo pienso, pero no lo digo. No quiero que se sienta aún
peor.
—Lo
sé, —asiente con la cabeza dándome la razón como a los tontos.
—Tienes
que reconocer que fue una estupidez lo que hiciste —suspira agobiado y sin
mirarme mientras escucha mis palabras—, nunca debiste reaccionar de aquel modo.
Ella tenía derecho a conocer a alguien más, a enamorarse, ¿o no? —le pregunto—.
¿No fue por eso por lo que decidimos ayudarla a superar todo aquello?—. Me
quedo en silencio un segundo—; lo mejor que puedes hacer es pasar página, como
seguramente ella habrá hecho.
Sé
que quizás también se siente culpable porque Agnes es parte de su familia;
aunque no de forma directa.
No
sé qué más puedo decir para animarle. Me acerco a él con las manos en los
bolsillos de mi pantalón.
—Lo
sé —vuelve a suspirar, da dos pasos hacia la puerta, mira hacia el suelo y
regresa, de nuevo, junto a mi—, solo necesito verla—, alza la vista y la fija
en mí—, ver con mis propios ojos que está bien —dice poniendo una mano sobre mi
hombro; comprendo que está pidiendo mi aprobación—. Lo entiendes, ¿verdad?
Somos
conscientes que, de alguna manera, la utilizamos; y, cuando Agnes ya no pudo
más, salió huyendo.
—Claro
que sí —respondo; le doy una palmada en la espalda y me solidarizo con él—. ¿De
verdad no quieres ver a la famosa secretaria de Aitor? Solo la he visto de
espaldas, pero tiene buen cuerpo—. Sonrío ampliamente—. Para ser sinceros, diga
lo que diga Aitor, yo creo que se ha enamoriscado un poco de ella.
—¿Tú
crees? —contesta—. Estoy impaciente por jugar esta noche—. Sonríe con picardía;
sé que está haciendo un gran esfuerzo para apartar a Agnes de su mente—. Voy a
bajar al escenario —asiento con la cabeza—, le prometí a ese loco enamorado que tocaría algo al
piano.
—De
acuerdo —le devuelvo la sonrisa—. Yo voy a cotillear un poco a su Adrianita.
Regreso
hasta el ventanal para satisfacer mis ansias de enterarme de todo.
En
realidad, siento más que curiosidad por conocer a la famosa Adri de nuestro buen amigo Aitor.
Cuando
la joven al fin se gira hacia el auditorio, no doy crédito a lo que ven mis
ojos.
(...)
De
pronto, la chica alza la mirada hacia el ventanal, ignorando las palabras que su
jefe pronuncia. Hace ya algunos minutos que yo mismo dejé de escucharle. Me percato
que está mirándome fijamente, como si, a pesar del cristal que le impide verme,
supiese que estoy mirándola con atención. Tengo la extraña sensación que tiene
sus ojos fijos en mí.
Me
giro inmediatamente; tengo que avisar a Eros.
—¡Eros!
—le llamo a gritos.
(...)
♥♥
Salgo
corriendo del despacho, detrás de los pasos de mi chico. En realidad, no voy en
su busca. Voy al encuentro de esa joven; quiero cerciorarme que, lo que he
visto, es real.
(...)
Bajo
las escaleras lo más rápido de lo que soy capaz, sin tropezar con mis propios
pasos. No me doy cuenta cuando llego a la zona dónde están instaladas las mesas
para la cena, que ahora están retirando mis propios empleados para dejar lista
la zona de baile.
Hay
un tumulto de gente; grupos de personas que conversan sobre diferentes
cuestiones a las que no presto atención. Ojeo entre la muchedumbre tratando de
localizar a la joven. Por lo que parece el discurso ha terminado y Eros, de un
momento a otro, se instalará al piano.
Cuando
estoy a punto de darme por vencido, la veo. Camina apresurada en dirección al
baño. No lo dudo y comienzo a seguirla.
(...)
Sé
que no está bien lo que estoy a punto de hacer; pero, por el bien de mis dos amigos,
entro en los baños de damas detrás de ella.
En
cuanto la he visto de cerca no he tenido duda alguna. (...)
Deduzco
que esta noche va a ser una velada más que divertida y apasionante.
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