Aquí os dejo el #prologo de #LaTentación, primera parte de la #Trilogia, #TheFourBrothers; publicada en su totalidad. Disponible en #Amazon en su versión digital, papel y #kindleunlimited.
– ¡Creo que…!, – se detiene un instante a pensar, con ese aire de artista que comienza a aflorar en él –¡Sí!, – exclama orgulloso. – ¡Ya he terminado! – Retira su mirada del cuadro y se dirige a mí. – ¡Relaja los músculos, Claire!– Devuelve su mirada de nuevo a su obra. Sabe, sin mirarme, que sigo estando tensa. Me conoce demasiado bien.
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– ¡Creo que…!, – se detiene un instante a pensar, con ese aire de artista que comienza a aflorar en él –¡Sí!, – exclama orgulloso. – ¡Ya he terminado! – Retira su mirada del cuadro y se dirige a mí. – ¡Relaja los músculos, Claire!– Devuelve su mirada de nuevo a su obra. Sabe, sin mirarme, que sigo estando tensa. Me conoce demasiado bien.
– ¿Puedo
verlo por fin?, – pregunto
emocionada, mientras me levanto del diván. Trato de no
mostrar lo nerviosa que estoy. Antes de iniciar la sesión, he
dejado doblada sobre un taburete una bata de raso color crema. Me apresuro a
recogerla para cubrir mi desnudez. A pesar de los años de
amistad, prácticamente desde que éramos unos niños, en este
instante me siento incomoda por la forma en que deposita su mirada sobre
mí. Aunque estamos saliendo,
nunca le he permitido pasar de algunos besos y caricias. Sé que quiere ir más
allá, pero yo realmente no estoy preparada para ello.
–Sí, –
me responde muy serio mientras observa como me
ciño el cinto de la bata a mi cintura. Bajo la mirada. Por una extraña razón
que no consigo discernir, evito el contacto de sus ojos con
los míos. En realidad sí que la sé. No quiero darle falsas esperanzas. Empiezo
a creer que no ha sido una buena idea venir solos a esta casa, y mucho menos
haber posado desnuda para él.
Me acerco despacio para observar el
resultado de seis días, posando en
una casa de dos plantas, con vistas
a la playa de las Teresitas en Santa Cruz de Tenerife. Hemos estado haciendo
dos sesiones de tres horas al amanecer,
y otras tres al anochecer; que al
final han sido realmente agotadoras. ¡Tres
horas seguidas sin apenas pestañear!
Lo que veo me deja sin palabras.
Allí esto yo, tumbada de espaldas y
completamente desnuda sobre un hermoso diván de cuero negro.
Cubierto a su vez por un velo de novia de color crema. Mis
caderas están ligeramente giradas hacia el
espectador del cuadro, de forma que mis piernas,
flexionadas una encima de la otra, descansan sobre el propio diván.
Están colocadas de tal forma, que no se puede
divisar el pequeño triangulo escondido entre ellas. Los rizos rubios
y sueltos de mi cabeza caen sin control,
enredados entre el propio velo.
Tengo los brazos ligeramente
flexionados, formando un rombo por encima de mi cabeza.
Mis manos sostienen una manzana tan roja y brillante
como mis mejillas, sonrojadas por el significado del instante que el pintor ha
querido reflejar en el cuadro: el rubor de una novia en su noche de bodas,
mientras aguarda expectante a su recién estrenado marido.
La manzana parece tener
vida propia. Da la sensación de que fuese a
salirse del cuadro, dando la impresión de
que estuviese en movimiento, rodando hacia el borde del diván.
A punto de caer al suelo.
Me fijo en mis pequeños pechos
coronados por unos pezones enhiestos y sonrosados, completamente expuestos y
excitados por el momento que parece que estoy a punto de vivir.
El brillo de mis ojos,
medio grises, medio azules, contrastan con el azul del mar que se ve a través
de la ventana, situada en el margen
izquierdo del cuadro.
– Martin,
– digo. – ¡Es
precioso!, – consigo decirle, girándome hacia él y mirándolo
a los ojos. – ¡Eres un genio! –
Alimento su ego con mis palabras,
ya de por sí bastante crecido.
– ¿Una copa
de champán para celebrarlo?,
– me sugiere.
– ¡Por
supuesto!, – exclamo
sonriéndole a la vez que él asiente
con la cabeza.
Sale de la habitación para
dirigirse a la planta baja donde está la cocina. Aprovecho para acercarme a la
ventana y disfrutar de las vistas. Mañana
tenemos previsto reunirnos con unos amigos suyos para pasar la nochevieja. Me
alivia pensar que ya no estaremos solos en esta casa. No
es demasiado grande, tan solo dispone de dos habitaciones y un baño en la
planta alta, así como una cocina americana integrada
dentro del salón.
Lo mejor de toda la casa,
son los miradores que hay en los dormitorios, desde donde se contempla la playa
a la derecha y los acantilados a la izquierda.
De repente,
soy nuevamente consciente que bajo la bata, estoy completamente
desnuda, por lo que,
olvidándome del champán que Martin
ha ido a buscar, me encamino hacia la puerta para dirigirme
al otro dormitorio. Me urge vestirme. Justo cuando
estoy en el umbral, me cruzo con Martin.
– ¡El champán!,
– me dice
emocionado. Levanta sus manos,
en las que lleva la botella y dos copas. –
¿Dónde ibas?, –pregunta
sorprendido.
– ¡Iba a
vestirme! – Intento
escabullirme, pero da un paso
impidiéndomelo.
– ¡Vamos a
brindar primero! – Sonríe
de una forma en la que sabe que me es imposible negarle nada y finalmente cedo.
– ¡De
acuerdo! – Ciño más el cinto de la
bata suspirando, tratando de sentirme más cómoda. –
¡No sé si quiero que lo incluyas en la exposición que quieres preparar!,
– digo para neutralizar la tensión,
que parece que comienza a interponerse entre nosotros.
– ¡Creo que
eso está muy lejano en el tiempo! –
Me tiende una copa, – pero si
algún día lo consigo, – me sonríe antes de continuar, – antes
de exponer este cuadro, –
señala al objeto en cuestión con su
propia copa, la cual sostiene entre sus manos, –
te pediré permiso para hacerlo. – Me lanza
una sonrisa de medio lado, a la vez que me guiña un ojo. Pero sin dejarme
rebatirle, continúa hablando.
– ¡Pero
dime! – Busca mi mirada por encima de su
copa. – ¿Estás
segura de querer trabajar como secretaria de un ejecutivo engreído,
chulo y encarpetado en su traje?
– Pregunta cambiando de tema,
como sólo él sabe hacer. – ¡Podrías
trabajar como modelo! ¡Te
aseguro que tienes facultades para ello!
– Dirige la mirada al cuadro
mientras me lo dice.
– Prefiero
tener un trabajo normal. Esto lo he hecho porque somos amigos. Sabes que no lo
haría con cualquiera. – Me siento en
el taburete, cruzando las piernas, provocando que
la bata se abra, mostrando mis piernas
desnudas. Cruzo ambas piezas de tela para cubrirme. Por encima de mis pestañas
observo como se ha percatado del detalle, aunque rápidamente
desvía la mirada hacia otro lado. Disimulando.
– En las
últimas semanas he realizado una entrevista,
– le explico, –
en una multinacional relacionada con el mundo de
la seguridad, para optar a un puesto de secretaria de
dirección. Trabajaría bajo las órdenes directas del presidente
de la compañía, –
continúo diciéndole,
tratando de cambiar el tema de conversación, lo cual
consigo.
– El nueve de
enero, – respondo
escuetamente, mientras me levanto.
Tras dejar la copa sobre el propio taburete,
comienzo a caminar hacia la puerta. Estoy cansada y
solo me apetece darme una ducha y meterme en la cama. Ni
siquiera tengo ganas de cenar.
Cuando estoy a punto de marcharme,
me sujeta por la cintura,
empujándome contra la puerta con suavidad. Es
algo más alto que yo, por lo que
tengo que alzar la cabeza para poder mirarlo.
Me mira fijamente a los ojos,
mientras poco a poco se inclina hacia mí. Deposita
sus labios sobre mi entrecejo, deslizándose despacio por la nariz. Puedo sentir
su aliento en mi piel, finalmente su boca alcanza la
mía, atrapándola con la suya.
Aunque no es la primera vez que nos
besamos, me siento paralizada por su ataque, el cual,
a pesar de que una parte de mí lo desea,
por otro lado, me hace
sentir algo incomoda. Abro la boca,
buscando con mi lengua el contacto con la suya, mientras alzo mis brazos
rodeando su cuello con ellos.
Cuando sus manos
comienzan a desatar el lazo del cinto de mi bata, comienzo a darme cuenta
de que tengo que frenarle. No me siento preparada para dar ese
paso. Somos buenos amigos. No me
gustaría estropear la amistad que nos une. Creo que ha llegado el momento de
terminar algo, que nunca debería haber
dejado que comenzase.
– ¡Martin!,
– consigo susurrarle,
despegándome ligeramente de sus labios.
– Ssshhhh,
te deseo, – me
susurra mientras consigue que la bata caiga al suelo. A la vez,
me insta a girar con él, empujándome hacia atrás. Hacia el
diván.
Suavemente,
me tiende sobre el velo que aún está extendido sobre el cuero, colocándose
inmediatamente sobre mí. Sus manos comienzan a recorrer mi cuerpo, atrapando
uno de mis pechos mientras su boca succiona el otro, en un intento desesperado
de poseerme.
– Martin, no
podemos, – insisto,
removiéndome debajo de él, tratando de librarme de su cuerpo sobre el mío.
– ¿Por qué?
– Por el tono de su voz puedo
apreciar que está enfadándose.
– ¡Claire, ahora no puedo parar!
– Comienza a desabrocharse los botones de la
bragueta y libera su erección con una mano,
mientras sujeta mis caderas con la otra.
Veo en sus ojos sus intenciones. Me
muevo debajo de su cuerpo, mientras le empujó con mis manos apoyadas en su
torso, con todas mis fuerzas. Quiero salir de esa habitación. Sé que tengo que
salir antes de que sea demasiado tarde. Me sujeta las manos por encima de
mi cabeza con una de sus manos, y me mira fijamente.
– Claire, me
gustas. Me gustas mucho, y te deseo. –
Me insiste con los ojos llenos de ansias por poseerme. –
Estoy cansado de fingir. De ser simplemente un amigo más. No quiero ser un
amigo. – Vuelve de nuevo a mi boca, tratando de callar lo que quiero gritarle,
mientras siento como su erección se posiciona peligrosamente en la entrada de
mi sexo. Trato de apartar mis caderas, rechazando el contacto mientras mantengo
mi boca cerrada. Impidiéndole entrar.
Siento que algo en su interior se
da cuenta de lo que está a punto de hacerme si sigue por ese camino, por lo que
aparta su boca de la mía, aunque mantiene su pene en la entrada de mi sexo.
– ¡Martin,
tú también me gustas, pero como amigo!,
– digo con lágrimas en los ojos. ¡Por
favor, no lo hagas!– Afloja la
fuerza de su mano en mis muñecas, a la vez que es consciente
realmente, de que ha estado a punto de violarme. Aprovecho
para removerme, con tan mala
suerte, que caigo de cara al suelo, golpeándome la
barbilla y consiguiendo que me muerda a mí misma los labios. Siento el sabor
dulce de mi propia sangre en mi boca.
Automáticamente me llevo la mano a mis
labios, y alzo la mirada hacia Martin,
que sigue sobre el diván. Al verme se asusta y sale corriendo de
la habitación, cerrando la puerta con un portazo.
Un minuto más tarde, siento un nuevo portazo, cuando sale de la casa.
Rápidamente
vuelvo a cubrirme con la bata y me dirijo a mi habitación.
Después de vestirme y recoger mis cosas lo más rápido que
puedo, salgo yo también de la casa para buscar un taxi con
dirección al aeropuerto.
Mientras voy en el taxi, me detengo
a pensar por un segundo en mi destino.
Madrid,
significa pasar la nochevieja sola.
Londres,
pasar el último día del año con el padre de mi hermanastro.
Opto por la segunda opción. Sé que
Charles me aceptara en su casa sin hacer preguntas. Evito
llamar a Charly, mi hermanastro, para
contarle que ya no voy a pasar estos días con unos amigos, tal y como le había
contado en un principio. También se perfectamente que él esta con los suyos,
fuera de Inglaterra. No quiero estropearle el plan.Cuando estoy en la puerta de
embarque, llamo a Charles, para
explicarle mis motivos para no haberle pedido que me enviase el jet de la
familia. No quiero poner en preaviso a Charly.
Cuando aterrizo en Londres,
hay un coche esperándome para llevarme a “Cove Castle”, el castillo donde reside de
forma habitual Charles. Se le llama así, porque
dentro del terreno que conforman la finca, existe una
pequeña cala privada, a la cual solo se accede a través de una gruta excavada
en los acantilados.
Cuando llego a mi destino final, no me hace preguntas sobre mis labios
amoratados, ni mis ojos hinchados por el llanto. Tan solo me abraza y
disfrutamos de nuestra mutua compañía. El deduce por sí mismo lo que me ha
podido pasar. Y sin que él me lo pregunte, antes de volver a Madrid, termino
contándole lo que me ha pasado, aunque no me atrevo a contarle quien ha sido.
Sé que en el caso de que se lo dijese, se lo contaría a mi hermano y no quiero
que Charly sepa nada.Enlace de compra en papel
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