viernes, 5 de enero de 2018

¡¡Feliz cumpleaños, Marco!!

Descubre qué es lo que le regalará Claire a Marco por su cumpleaños

La besé suavemente, internándome en su boca, saboreándola a mi gusto. Me aparté de ella, apenas un milímetro, para que pudiese hablar. Su aliento me hacía cosquillas en los labios. En aquel instante me sentía realmente feliz. Al fin había encontrado lo que, sin saberlo, estaba buscando. ¡A ella!
– ¡Si no me sueltas no podré darte tu regalo! – Lo pensé un segundo, pero mi curiosidad me ganó y me alejé de ella, permitiendo que se levantase.
Ella recogió sus zapatos, que habían terminado en el suelo y corrió hacia la puerta, donde se giró hacia mí y me dijo:
– Por hoy, y solo por hoy, – levantó su dedo apuntándome sonriente, – seré el genio de la lámpara para ti. Te concedo tres deseos. Intenté protestar, pero me lo impidió alzando su mano. Piensa muy bien lo que deseas y cómo lo deseas. – Sonrió, iluminando nuestra habitación por completo.
Y, sin más, sin darme opción a rebatir nada, dio media vuelta y salió por la puerta; dejándome solo en la que era, y quiero pensar que sigue siendo, nuestra cama, nuestra habitación. Nuestra casa.
Me levanté de un salto. Tenía que ducharme y vestirme lo más rápidamente posible.  Aproveché también para pensar en mis tres deseos. Mientras el agua se deslizaba por mi cuerpo, comencé a idear lo que, en unas horas, pediría a mi genio particular de la lámpara.
Cuando llegué a la oficina, estaba detrás de su escritorio, me acerqué a ella despacio. La observaba trabajar, concentrada en la pantalla del ordenador. Sabía que había captado mi presencia, pero me ignoraba deliberadamente. Me reí entre dientes por lo tonto de la situación.
Me incliné sobre su mesa, provocando que alzase su mirada hacia mí. Al fin había captado su atención, o al menos, ya no podía ignorar mi presencia.
La quiero en mi despacho en cinco minutos. – Sonreí de medio lado. ¡Ya tengo pensados mis tres deseos!, – exclamé.
Te recuerdo que en diez minutos, tienes una reunión con todos los directivos, incluido el nuevo jefe de seguridad, el señor…, – me recordó, ejerciendo a la perfección su trabajo de secretaria. Ladeé mi sonrisa; pues, en realidad, ahora éramos socios, pero no objeté nada.
Lo , con Rosales, – interrumpí su recordatorio. – Miguel Rosales. Le sonreí pensando en lo que tenía pensado, olvidándome por completo de la persona de la que estábamos hablando.
– ¿Vas a necesitar que yo esté presente?, – preguntó. Sonreí, pero no respondí.
The Four Brothers 1 - La Tentación
No siempre en el pasado, antes de casarnos, había acudido a estas reuniones; pero ahora como socia  acudía de forma habitual. Me incorporé, manteniendo mi sonrisa, y me fui a mi despacho. No habían transcurrido los cinco minutos cuando entró en mi despacho con su iPad en la mano.
Me miró sorprendida. Me había quitado la chaqueta y aflojado la corbata, apoyaba mi cuerpo relajadamente sobre la mesa. Alargué mi mano hacia ella, invitándola a aproximarse a . La guié hacia el ámbito del despacho donde se encuentra la mesa para la celebración de pequeñas reuniones.
Debido a lo sucedido con nuestro anterior jefe de seguridad, Antonio Pérez, decidí instalar paneles japoneses para separar los dos ambientes del despacho; a la vez que ordené que retirasen todas las cámaras que aquel impresentable había instalado en mi oficina.
Cerré los paneles, me apoyé sobre la mesa y emití una orden más que sencilla.
¡Desnúdate! Ella me miró más sorprendida aún de lo que lo había hecho unos minutos antes.
The Four Brothers 2 - La Manipulación
– ¡Pero van a venir todos a tu reunión!, exclamó. Pude ver el miedo en sus ojos.
– No es para nada lo que estás pensando. ¡No pienso permitir que te vean desnuda! Miré mi reloj de muñeca. ¡Te quedan cuatro minutos!
Cuando ya tan solo estaba con la ropa interior, medias y zapatos, me acerqué a ella, a su oído, y le susurré.
¡Todo! Di un paso hacia atrás, mientras mantenía mis manos en mi cintura. Admiré su hermoso cuerpo, dando gracias pues era absolutamente mío. Sí era cierto que había un Dios, estaba seguro que me había sonreído; otorgándome una mujer como la mía.
Cuando estuvo completamente desnuda, le pedí que se tumbara sobre la mesa, abrí sus piernas y deslicé un dedo a lo largo de su feminidad, para después llevármelo a la boca.
No cambies de postura, le dije. Vuelvo en un momento.
Salí de esa parte del despacho, asegurándome que los paneles quedaban bien cerrados, impidiendo que su interior pudiera verse desde el otro lado.
Recibí a mis directivos y, tras media hora de reunión aburrida, me excusé con ellos, dejándoles solos un momento y fui de nuevo con ella.
Como le pedí, no se había movido del punto exacto en el que la había dejado. Me miró extrañada y completamente sonrojada.
The Four Brothers 3 - La Traición
Me arrodillé ante ella y separé más sus piernas, mientras seguí con atención su reacción. Seguía sonrojada y su respiración era acelerada. Sabía que tenía que hacer algo para evitar que la escucharan, así que me puse en pie y fui hasta el baño.
– Lo siento, amor, no quiero hacerlo pero no deseo y supongo que tampocoquerrás que te oigan, susurré muy bajito. La amordacé de modo que sus gemidos quedasen ahogados. De pronto se me ocurrió otra idea. Echa las manos hacia atrás, le dije, ella me obedeció al instante completamente excitada. Me quité la corbata y la amarré a las patas de la mesa. 
Deseaba que estuviese absolutamente inmovilizada. Deslicé despacio mis manos a lo largo de su cuerpo; acariciando suavemente sus brazos, desde sus muñecas, pasando por la cara interna de sus codos, para llegar a sus hombros. Dejé una caricia muy sutil en sus pechos, amasando con mis dedos sus pezones, sonrosados y erectos, amenazantes, hacia mí. Bajé por su vientre rodeando su ombligo. Llegué a sus caderas. Junté mis manos en su monte de venus y, después sin tocar su sexo, fui directo a la cara interna de sus muslos; ante lo que ella amagó abrir aún más sus piernas, invitándome a entrar.
Su sexo relucía absolutamente excitado, y ni siquiera lo había tocado aún. La leve caricia que le había hecho en su sexo, apenas media hora antes, no contaba. Sabía que era mi mirada, y mis manos, las que habían provocado su excitación.
Bajé mi nariz hacia su monte de venus y aspiré suavemente. Me aparté a regañadientes de ella, cuando escuché a mis directivos hablando.

No te muevas, emití de nuevo una sencilla orden, después de haberle dado un beso en su sexo. Apenas, una caricia, un roce. Enseguida vuelvo.
(Pasaje extraído de La Traición, ultima entrega de la Trilogía: The Four Brothers)





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